viernes, 19 de febrero de 2016

Amando y honrando el Cuerpo del Señor

Un estilo de vida que sea indigno ante nuestro Señor trae juicio y la muerte. Hace muchos siglos, el primer hombre, Adán, aprendió que la muerte era una consecuencia irremediable de su pecar.
Su espíritu murió dentro de él y su comunión con Dios fue cortada.

"Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para si."  (1°Cor. 11:29)

La vida se tornó más y más difícil, puesto que con el pecado entró también el dolor, el esfuerzo y la fatiga del trabajo. El no discernió a Dios correctamente. Que maravilloso es que Dios pudo rescatarnos nuevamente con la sangre del Nuevo Adán, Cristo.

Pero ahora mismo para nosotras, aún cuando esa sangre del sacrificio es siempre válida, puede darse el caso que participemos de Cristo indignamente. Dios dice que cuando hacemos esto, no estamos discerniendo lo que es en realidad el cuerpo de Cristo. Cada vida del cristiano está ligada con las vidas de los demás hijos de Dios. Somos parte del cuerpo universal de Cristo, quién es nuestra Cabeza. Esté consciente de ello o no,  yo formo parte del Cuerpo de Cristo, cuyos miembros se encuentren en África, Latino-América, Europa y todo el globo. Soy parte del Señor Jesucristo en los sufrimientos y persecuciones que sufren mis hermanas en la fe en diferentes países. 

Nuestra vida debe ser vivida de forma digna, tan digna como lo es nuestra Cabeza. Debemos discernir Su cuerpo y guardar estas cosas en nuestra mente y nuestro corazón. No tenemos por qué ser tomadas en juicio y culpa. El Señor es muy misericordioso y nos ha dado Su Palabra y la guía de Su Espíritu para que andemos rectamente en este peregrinar. 

.Patricia.