viernes, 17 de febrero de 2017

Mirando de lejos ...

Era fácil ministrar al Señor Jesús cuando El iba sanando y librando a las multitudes de demonios. Las mujeres que le seguían y le servían estaban acostumbradas a lavar su ropa y cocinar para El, así también a sentarse a Sus pies y beber abundantemente de las preciosas verdades que El enseñaba.
Era cosa fácil hacer esto en tiempos cuando todo iba bien.


"Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuáles habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole...   (Mateo 27:55)"

Algunas de esas mujeres habían visto a Cristo como una clase de héroe u hombre infalible. Pero cuando estuvo en dificultades y tribulaciones, las mismas mujeres se mantuvieron a distancia y simplemente se limitaron a contemplarle.  Ahora El estaba muriendo como un delincuente común en una cruz romana y ellas estaban demasiado asustadas o avergonzadas para acercarse. De manera que, debido a sus falsos conceptos y confusión en cuanto a Su propósito real de venir a la tierra, estas mujeres estaban desilucionadas y desanimadas. 
Le miraban desde la distancia. ¿Podría el amor haberles hecho acercar más al lugar de la cruz?

¿Encuentras, Querida Amiga fácil el ministrar al Señor con alabanza y adoración o aún siendo ayudada  por otra hermana en la fe? ¿Te es fácil ministrar al Señor dedicando toda tu vida?
Lo que creas,  pienses, y sientas acerca del Señor permanecerá constante también en los lugares y situaciones difíciles. Tu fe en los momentos difíciles será una revelación de lo que has aprendido en los momentos más fáciles.

¿Eres una discípula totalmente dedicada y entregada a El, o a alguien que simplemente contempla al Señor desde la distancia? ¿Podrá el amor de Dios hacer que te acerques más a El?




martes, 14 de febrero de 2017

¡A mí lo hicistéis!

Cuando miramos atentamente el rostro de nuestros hijos tratamos de ver en ellos rasgos de nuestro esposo o quizás la sonrisa de la abuela o la nuestra propia reflejada en ellos. Así también creo firmemente que cuando miremos al rostro inmaculado de Cristo veremos rasgos o destellos de cada cristiano que ha vivido en la tierra a través de todas las edades. Instantáneamente podremos conocer a Jesús porque muchas veces le hemos visto en nuestros hermanos.


"...Señor, ¿cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?   (Mateo 25:37)"

Los discípulos le preguntaron al Señor cuando le habían visto hambriento o sediento y le habían sustentado. Una buena pregunta, que necesitamos hacerla nuevamente nosotras mismas.

Puesto que la misma vida de Cristo existe en cada uno de Sus hijos, tenemos una amplia oportunidad de alimentar, vestir y proporcionar confort al Señor Jesucristo. ¿Nos damos cuenta de esta gran responsabilidad y sus consecuencias? Si elevamos a Dios cada necesidad que vemos, y cada situación en que nosotras mismas nos encontramos, conseguiremos respuestas directas del Señor y podremos ministrar a Cristo mismo.

Querida Amiga, Dios no espera que nosotras salgamos al encuentro de las necesidades del mundo entero, ya que esta es Su labor. Pero, ¿ somos sencibles a aquellos que pasan a nuestro lado hambrientos, sin ropa, sin trabajo, etc? Quizás alguien necesite que cuides de sus hijos, o acompañes a algún sitio, etc. Las necesidades pueden ser variadísimas y urgentes.
¿Estás dispuesta a ayudar? 







lunes, 13 de febrero de 2017

¡Sólo Jesús!

Podemos fácilmente imaginarnos la tremenda admiración con que los apóstoles contemplaron la gloriosa escena de la transfiguración del Señor, en la cual tomaron parte líderes nacionales y varones de Dios tan renombrados como Moisés y Elías.

"Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo"  (Mateo 17:8)

Quizá Jesús hubiera quedado en la mente y corazón de los tres privilegiados apóstoles en segundo término, ya que su presencia les era tan familiar, de no haber escuchado aquella voz del Cielo: "Este es mi Hijo amado, en quién tengo contentamiento", que les iba caer sobre sus rostros adorándole.

Nosotros tenemos más motivos que ellos para hacerlo en nuestros corazones, pues le conocemos no tan sólo como el hijo del Eterno, sino como nuestro Abogado con el Padre, Sumo Sacerdote, Profeta supremo, Señor de la gloria, Nuestro Buen Pastor, Guardián de nuestras almas, el Santo de Dios, el Príncipe de la Vida, la verdadera Luz, la Estrella polar de su pueblo escogido.

El Cordero de Dios, nuestra Redención, la Piedra Angular, nuestra Sabiduría, Justicia y Santificación, porque es el Santificador.

Querida Amiga, consideremos a Jesús a la luz de todos estos nombres y nos veremos del todo privilegiadas, si solamente le miramos a Él.