lunes, 10 de abril de 2017

Sinceridad y pureza

Cuando hemos ofendido a una amiga, lo último que deseamos en la vida es estar al lado de ella. Evitaríamos encontrarla o llamarla por teléfono. 
Pero hasta que no hayamos perdonado y seamos perdonadas, nuestra conciencia continuará molestándonos continuamente señalando siempre dicha ofensa.

"Acerquémonos con corazón sincero,... purificados los corazones de mala conciencia..."   (Hebreos 10:22)

Nuestro Padre desea que vivamos sin sentimientos de culpa y sin una conciencia condenadora. Su conciencia está en la vida de su alma y le capacita para llevar a cabo y desarrollar las relaciones humanas, para saber distinguir lo bueno de lo malo. El alma es muy expresiva y debe poder ajustarse a las demandas paternales,  a los imperativos culturales y a formarse así misma dentro de cualquier requisito que tiene como propósito hacer a una persona aceptable en la sociedad en la que vive.

El alma se expresa de diferentes formas y construye una gran parte de su personalidad. El alma se ve en la conciencia, memoria, razonamiento, afectos e imaginación. Piense en estas áreas. ¿Está su conciencia libre y limpia o manchada por la culpa? ¿ Y qué acerca de sus recuerdos y memorias? Si allí hay nitidez y claridad entonces podrá ser edificada. El poder de razonar debe ser traído continuamente bajo la sujeción del Señor al igual que la imaginación. 
Los afectos y la vida emocional será protegida por un vivir correcto y justo. 

El ser hechas conformes a la imagen de Cristo es ser drásticos en los cambios que necesita la vida del alma. Debe de haber arrepentimiento, perdón hacia los demás y hacia usted misma, y una dedicación completa para seguir más de cerca al Señor. Cuando estas cosas no están ajustadas para con Dios mediante Su Hijo el Señor Jesucristo, seremos lo que la Biblia llama una típica cristiana carnal.
Querida Amiga, rindámonos a Dios completamente también en lo que se refiere a la vida de nuestra alma. Así podremos andar en el Espíritu, sin tener que avergonzarnos ni sentirnos culpables.






jueves, 2 de marzo de 2017

Conoce el Señor a los suyos

El nombre de María era bastante común en los tiempos Bíblicos. Es un nombre que ha sido traducido a varios idiomas y que tiene un lugar de honor único.

"Entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo...  (Mateo 27:56)"

Pero había muchas otras Marías además de aquellas dos que se mencionan en este texto. ¿Qué sabemos acerca de ellas? El Señor las distinguía personalmente.

La sociedad de hoy, en su apresuramiento, tiende hacernos sentir como una pieza insignificante en la maquinaria de la vida. Parece que debemos tener números de identificación para nuestras casas, teléfonos, auto, tarjetas, y hasta como ciudadanos. Cuando todos estos números se ponen en las computadoras para facilitar un servicio cualquiera, la persona a la cual pertenece dicho número se pierde en el mar frío de esos aparatos mecánicos. Pero aún así tenemos unas cuantas Marías.

Cuán importante para nuestro bienestar es el sentido de pertenecer a alguien. 
El pertenecer a una familia o tener una familia; el tener un lugar al que podamos llamar hogar, un país y una ciudad. El privilegio de poder decir: 
"Yo pertenezco allí".

Querida Amiga, en lo profundo de tu corazón, Dios puso este deseo en ti, y en su soberano plan para tu vida, Él ha provisto la respuesta para cada necesidad particular.
Dentro de tu corazón hay un lugar que solamente el Señor Jesucristo puede llenar. Ninguna otra cosa o ser encajaría perfectamente en ese sitio. 
Cuando Él llene ese lugar, tu sentirás que perteneces a Dios por completo.

Cada María tiene su lugar en el plan de Dios. Nunca puede haber demasiadas Marías, pues cada una es valorada como un individuo perfecto y único. 
¿Estás expresando esta actitud en el día de hoy?


 
 

viernes, 17 de febrero de 2017

Mirando de lejos ...

Era fácil ministrar al Señor Jesús cuando El iba sanando y librando a las multitudes de demonios. Las mujeres que le seguían y le servían estaban acostumbradas a lavar su ropa y cocinar para El, así también a sentarse a Sus pies y beber abundantemente de las preciosas verdades que El enseñaba.
Era cosa fácil hacer esto en tiempos cuando todo iba bien.


"Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuáles habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole...   (Mateo 27:55)"

Algunas de esas mujeres habían visto a Cristo como una clase de héroe u hombre infalible. Pero cuando estuvo en dificultades y tribulaciones, las mismas mujeres se mantuvieron a distancia y simplemente se limitaron a contemplarle.  Ahora El estaba muriendo como un delincuente común en una cruz romana y ellas estaban demasiado asustadas o avergonzadas para acercarse. De manera que, debido a sus falsos conceptos y confusión en cuanto a Su propósito real de venir a la tierra, estas mujeres estaban desilucionadas y desanimadas. 
Le miraban desde la distancia. ¿Podría el amor haberles hecho acercar más al lugar de la cruz?

¿Encuentras, Querida Amiga fácil el ministrar al Señor con alabanza y adoración o aún siendo ayudada  por otra hermana en la fe? ¿Te es fácil ministrar al Señor dedicando toda tu vida?
Lo que creas,  pienses, y sientas acerca del Señor permanecerá constante también en los lugares y situaciones difíciles. Tu fe en los momentos difíciles será una revelación de lo que has aprendido en los momentos más fáciles.

¿Eres una discípula totalmente dedicada y entregada a El, o a alguien que simplemente contempla al Señor desde la distancia? ¿Podrá el amor de Dios hacer que te acerques más a El?




martes, 14 de febrero de 2017

¡A mí lo hicistéis!

Cuando miramos atentamente el rostro de nuestros hijos tratamos de ver en ellos rasgos de nuestro esposo o quizás la sonrisa de la abuela o la nuestra propia reflejada en ellos. Así también creo firmemente que cuando miremos al rostro inmaculado de Cristo veremos rasgos o destellos de cada cristiano que ha vivido en la tierra a través de todas las edades. Instantáneamente podremos conocer a Jesús porque muchas veces le hemos visto en nuestros hermanos.


"...Señor, ¿cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?   (Mateo 25:37)"

Los discípulos le preguntaron al Señor cuando le habían visto hambriento o sediento y le habían sustentado. Una buena pregunta, que necesitamos hacerla nuevamente nosotras mismas.

Puesto que la misma vida de Cristo existe en cada uno de Sus hijos, tenemos una amplia oportunidad de alimentar, vestir y proporcionar confort al Señor Jesucristo. ¿Nos damos cuenta de esta gran responsabilidad y sus consecuencias? Si elevamos a Dios cada necesidad que vemos, y cada situación en que nosotras mismas nos encontramos, conseguiremos respuestas directas del Señor y podremos ministrar a Cristo mismo.

Querida Amiga, Dios no espera que nosotras salgamos al encuentro de las necesidades del mundo entero, ya que esta es Su labor. Pero, ¿ somos sencibles a aquellos que pasan a nuestro lado hambrientos, sin ropa, sin trabajo, etc? Quizás alguien necesite que cuides de sus hijos, o acompañes a algún sitio, etc. Las necesidades pueden ser variadísimas y urgentes.
¿Estás dispuesta a ayudar? 







lunes, 13 de febrero de 2017

¡Sólo Jesús!

Podemos fácilmente imaginarnos la tremenda admiración con que los apóstoles contemplaron la gloriosa escena de la transfiguración del Señor, en la cual tomaron parte líderes nacionales y varones de Dios tan renombrados como Moisés y Elías.

"Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo"  (Mateo 17:8)

Quizá Jesús hubiera quedado en la mente y corazón de los tres privilegiados apóstoles en segundo término, ya que su presencia les era tan familiar, de no haber escuchado aquella voz del Cielo: "Este es mi Hijo amado, en quién tengo contentamiento", que les iba caer sobre sus rostros adorándole.

Nosotros tenemos más motivos que ellos para hacerlo en nuestros corazones, pues le conocemos no tan sólo como el hijo del Eterno, sino como nuestro Abogado con el Padre, Sumo Sacerdote, Profeta supremo, Señor de la gloria, Nuestro Buen Pastor, Guardián de nuestras almas, el Santo de Dios, el Príncipe de la Vida, la verdadera Luz, la Estrella polar de su pueblo escogido.

El Cordero de Dios, nuestra Redención, la Piedra Angular, nuestra Sabiduría, Justicia y Santificación, porque es el Santificador.

Querida Amiga, consideremos a Jesús a la luz de todos estos nombres y nos veremos del todo privilegiadas, si solamente le miramos a Él.