"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación."
Mateo 5:24
Ella me dijo que contrariamente a ser ahogada por la pena, estaba completamente inundada del amor y consolación de Dios. Son tiempos difíciles, sin duda, pero al volverse a Dios, su consolación se hizo real y pudo soportar la pena con gozo. ¡Sí, Dios fue quién le dio ese gozo! También me dijo que Dios nos da todas las buenas cosas propias de nuestra juventud, pero que Él tiene cosas bellas para nosotras durante todos los años de nuestra vida.
El gemir es algo natural. Gemir por un ser amado que se ha ido, por un mundo que se pierde, por nuestros pecados y desobediencias. El gemir con sinceridad y verdad trae belleza al alma y añade conocimiento a la experiencia humana.
Sólo aquellas mujeres que han gemido saben lo que es ser consolada.
En la medida de la profundidad de nuestra tristeza viene nuestra consolación. Dios desea traer, querida Amiga a cada una de nosotras a un nivel de integridad. Y esta integridad no es solamente un estado superficial de alegría, sino también las experiencias multiplicadas a través de las cuales debemos de pasar y salir victoriosas.
Es por eso que el gemir es un ingrediente necesario para darle cierto sabor a la vida. Para una mujer cristiana existe un final feliz en su pena, pues Dios mismo ha prometido darle amplia y rica consolación.
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