viernes, 28 de agosto de 2015

Lluvias de bendición y paz

En nosotras hay dos fuertes emociones, el amor y el odio. Cuando amamos u odiamos lo hacemos intensamente. Así que no hay grados en el amar o el odiar, sino la expresión de la emoción íntegra.

"Tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz."  Ecles. 3:8

El amor puede ser apagado hasta morir, pero en su etapa o grado más bajo nunca puede convertirse en odio. El odio puede ser completamente disipado por la fuerza del amor, pero no puede convertirse en amor.  Los patos nunca podrán producir elefantes, pero ambas emociones juegan un papel para producir dentro de nosotras lo que Él se ha propuesto.

Ya que se hace tanto énfasis en el amor en la vida cristiana, el odio es tenido solamente como algo inútil. Pero Dios usa las fuerzas negativas para traer resultados positivos. Por ejemplo, cuando llegamos a odiar tan intensamente que puede convertirse en pecado, entonces Dios puede formar en nosotras el deseo por la justicia y la rectitud. Es algo así como una guerra o una batalla.

Dios usa la guerra como una fuerza destructiva para proteger y purificar a Su pueblo. Su meta no es destruir la vida, sino crear una atmósfera en la cual pueda florecer la verdadera vida.

La paz no puede destruir a la guerra; es el producto de ella. Tampoco puede ser apreciada en medio de la violencia y el descontento que la guerra produce, pero sí puede marcar un destacado contraste entre ambas cosas. Es por eso, querida Amiga que cuando tú y yo recibimos al Señor Jesucristo como Salvador, la paz inundó nuestros corazones y enseguida nos dimos cuenta de la notable diferencia de sentimientos dentro de nuestro ser.
En ese momento cesó la batalla del pecado y de la muerte, y el Señor, cual a enemigos rendidos, nos dio las lluvias de bendición y paz.



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