"Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu benignidad me ha engrandecido." Salmo 18:35
Los escudos se usan en la batalla y en el conflicto. La salvación entonces, se vuelve una fuerza activa para protegernos cuando el enemigo ruge contra nosotras. Dios nos provee no solamente de salvación del poder del pecado que destruye nuestra vida, sino también como una protección contra la pena eterna del pecado. Satanás podrá acosarnos con sus mentiras, pero Dios levanta ese escudo y todos sus engaños quedan destruidos.
Mientras que Dios levanta Su escudo de salvación para nuestra protección, Él nos está sosteniendo con Su mano, dándonos fortaleza para vivir nuestra vida aquí en este valle. Ya que para la mayoría de las personas la mano derecha es la más importante, Dios pone lo mejor de Sí a nuestro favor.
Me gusta imaginar al Señor sosteniendo el escudo de la salvación con Su mano izquierda y a Su hija con su mano derecha. Por lo tanto, Él está detrás y alrededor nuestro protegiéndonos y amándonos al mismo tiempo.
Es asombroso darse cuenta de lo que engrandece a la mujer cristiana.
¿La disciplina, la enseñanza, la negación personal? No, es la bondad de Dios.
El no viene avasallando y forzando Su entrada en nuestras vidas.
El es amable y benigno con nosotras. Este es un aspecto definitivo de la personalidad de Dios y aquellas que han sido tocadas por Su benignidad han sido engrandecidas.
Él nos rodea, nos protege y nos sostiene con Su benignidad, y nosotras, querida Amiga, somos engrandecidas y privilegiadas cual ninguna otra criatura en este mundo.
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