"Quién adiestra mis manos para la batalla, para entesar con mis brazos el arco de bronce." Salmo 18:34
Si has participado, querida Amiga en esta escuela de preparación para la batalla por un largo tiempo, deberías ser mucho más tolerante con aquellas mujeres que resbalan y caen antes de alcanzar la cima. La crítica y la intolerancia con respecto a los demás obliga a Dios a disciplinarnos para que veamos nuestras propias caídas y errores.
Nosotras podemos fallar, y esta falla puede darse en áreas en las que nunca soñamos que fuera posible un fracaso. Quizás sea un pecado oculto que no ha sido tratado debidamente delante de Dios, un vuelco en nuestro carácter, etc.
Dios ha puesto normas muy altas para nuestras vidas cristianas, y no se conforma con el nivel que a menudo suele dejarnos contentas a nosotras. Admitamos nuestras debilidades carnales. Tomemos una actitud de arrepentimiento cuando Dios nos revela esos puntos débiles. No permitamos que ese pecado nos venza y siempre tome ocasión en nuestras vidas.
Dejemos que el Señor nos moldee a la imagen y estatura de Cristo.
Aprendamos de la vida de batalla. Fortalezcamos nuestro espíritu de manera que sea aún más fuerte que los mismos instrumentos que solemos usar para la batalla. Las victorias son imposibles sin la existencia de un conflicto.
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