" ... vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio..." Marcos 14:3
Los pensamientos de guardarlo para sí o para la sepultura de algún familiar desaparecieron de su mente cuando se acercó al Señor. El maestro la había librado de una vida miserable, nefasta.
¿Podría ella darle algo para demostrarle su amor y adoración? Trataría de hacerlo.
El hermoso frasco de alabastro debía ser quebrado, pues el frasco en sí no era el regalo, sino la rica especia que había en su interior. ¡¡Crash!!
Inmediatamente la habitación se llenó con el delicioso aroma del nardo puro.
El Señor, aún más que María, sabía el costo de lo que le había sido dado.
Ella había dado todo lo que tenía.
No hubo nadie en aquella habitación que se fuera sin tener impregnado en sus vestidos o en su cabello el perfume del precioso ungüento.
¿Tienes mujer, algo muy precioso para el Señor, lo cual te demanda una entrega total? Más allá del precio inicial de tu posesión está la demanda definitiva del sacrificio. Y a través de su dádiva, regalo al Señor, muchos otros serán bendecidos y beneficiados.
La fragancia de su regalo penetrará en muchas vidas y retornará a sus manos en una forma aún mucho más dulce.
Fue doloroso tener que quebrar aquel bonito frasco de alabastro.
Pero era necesario para poder liberar el sacrificio de amor de aquella mujer.
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