"La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz" (Mateo 6:22)
Esa teoría puede haberse levantado en parte de la Escritura que cité arriba.
Sin embargo, ahora sabemos, que la luz es algo que viene a nosotras por medio de pequeñísimos, invisibles mundos de átomos provenientes de las emanaciones de grandes lumbreras como el sol, o de luces más modestas.
Se puede decir si una persona está mintiendo o si es sincera, o sí aún está enamorada, simplemente mirándole a los ojos. Los ojos revelan más cerca de una persona que cualquier otro rasgo o gesto de su cara.
La lámpara del cuerpo es el ojo.
Cuando aprendemos a vivir abiertamente ante el mundo sin simulaciones, falsa humildad, fanatismo religioso, u orgullo espiritual, nuestro ojo será claro. Cualquiera que contemple nuestro estilo de vida, que oigan las palabras que salen de nuestra boca, y que vea los resultados de nuestro ministerio, sabrá que todo nuestro ser está lleno con la luz del Señor Jesucristo.
Si tenemos luz interior, no podemos reflejar tinieblas.
Si el amor es el factor motivador entre nuestras acciones y las reacciones de los demás, entonces nuestros ojos lo reflejarán.
Todo nuestro ser será claro y brillante con la única y divina luz de Dios.