martes, 14 de febrero de 2017

¡A mí lo hicistéis!

Cuando miramos atentamente el rostro de nuestros hijos tratamos de ver en ellos rasgos de nuestro esposo o quizás la sonrisa de la abuela o la nuestra propia reflejada en ellos. Así también creo firmemente que cuando miremos al rostro inmaculado de Cristo veremos rasgos o destellos de cada cristiano que ha vivido en la tierra a través de todas las edades. Instantáneamente podremos conocer a Jesús porque muchas veces le hemos visto en nuestros hermanos.


"...Señor, ¿cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?   (Mateo 25:37)"

Los discípulos le preguntaron al Señor cuando le habían visto hambriento o sediento y le habían sustentado. Una buena pregunta, que necesitamos hacerla nuevamente nosotras mismas.

Puesto que la misma vida de Cristo existe en cada uno de Sus hijos, tenemos una amplia oportunidad de alimentar, vestir y proporcionar confort al Señor Jesucristo. ¿Nos damos cuenta de esta gran responsabilidad y sus consecuencias? Si elevamos a Dios cada necesidad que vemos, y cada situación en que nosotras mismas nos encontramos, conseguiremos respuestas directas del Señor y podremos ministrar a Cristo mismo.

Querida Amiga, Dios no espera que nosotras salgamos al encuentro de las necesidades del mundo entero, ya que esta es Su labor. Pero, ¿ somos sencibles a aquellos que pasan a nuestro lado hambrientos, sin ropa, sin trabajo, etc? Quizás alguien necesite que cuides de sus hijos, o acompañes a algún sitio, etc. Las necesidades pueden ser variadísimas y urgentes.
¿Estás dispuesta a ayudar? 







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