"Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso." Prov. 31:20
La comida y la ropa pueden conseguirse, pero el pobre en espíritu no conoce la enorme satisfacción de llamar a Dios Padre y de tenerle como Salvador y amigo. Este vacío espiritual va más allá de la pobreza: es absoluta exoneración.
La mujer cristiana que practica esta virtud instintivamente sabrá como traer la Palabra del Evangelio a aquellos pobres de espíritu. Ella extenderá su corazón en compasión y entendimiento, testificando del amor de Dios. Podrá traer riquezas incontables al alma empobrecida.
Sus tesoros parten del Espíritu de Verdad.
Y hablando prácticamente, la mujer virtuosa alcanza a los demás también en sus necesidades físicas. El Evangelio debe estar balanceado con el suplir de las necesidades materiales porque así es la forma que el amor se demuestra de manera práctica y palpable.
Dios nos dice que no es verdadero amor el ver a un hermano hambriento y andrajoso y decirle que siga por su camino. Cuando alargamos nuestras manos al necesitado estamos dando al mismo Señor. Quizás hermana, es un ángel a quién vistes o alimentas, o des una cama para pasar la noche.
Por lo menos Dios así lo considera.
La Palabra dice que hagamos bien a todos, pero principalmente a los de la familia de la fe. Pide al Señor, Amiga que te muestre dónde y cómo dar en forma específica.
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